viernes, 23 de enero de 2015

El abigeato en Reboledo

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A comienzos de diciembre de 2014, visitamos la Asociación Rural de Reboledo (ARR), que encabeza el presidente Ricardo García Pintos, quien nos invitó a visitar la sede en el departamento de Florida. A pesar de que esa mañana llovía de manera torrencial, media docena de dirigentes y varios productores nos esperaban en el afán de contarnos los desafíos que se habían planteado.

Como se sabe, Reboledo es una población ubicada al sureste del departamento de Florida, sobre la cuchilla de Chamizo, al norte de Casupá. Ubicada sobre la ruta 7, a la altura del kilómetro 123, es un pequeño centro de servicios donde habitan unas 400 personas.


Reboledo forma parte de una zona de tradición ganadera extensiva, que en la última década no escapó de la expansión agrícola que vivió el país. Además, hay establecimientos que se suman a la cuenca lechera del país, en tanto que en el paisaje se puede comprobar la presencia de explotaciones forestales.

Sin embargo, la mayoría de los socios de la ARR son pequeños ganaderos intensivos, de menos de 200 hectáreas, contó García Pintos. Fundada en el año 1935, la gremial ruralista cuenta en la actualidad con alrededor de 260 socios.

Es posible que los lectores ya conozcan estos detalles, pues publicamos una crónica de la visita (ver El Observador Agropecuario del viernes 5.12.2014). Sin embargo, ahora volvemos sobre el asunto pues en aquel momento nos llamó la atención que el énfasis en la conversación estuvo en el abigeato.

El robo de ganado es posible que sea tan viejo como la ganadería misma, es decir, los albores de la nación. Pero una cosa pueden ser los matreros que matan y carnean para saciar el hambre o llevar carne a su familia en forma ocasional, y otra cosa muy distinta es el hurto sistemático y desarrollado por organizaciones delictivas.

Porque no es lo mismo una oveja o una vaca –y aún más– y otra muy distinta cuando un productor no puede desarrollar su actividad económica por las pérdidas que le ocasionan los robos.

En Reboledo, escuchamos con atención desde el robo de una vaquillona carneada en el propio campo hasta el drama que vive un pequeña familia trabajadora como la de Yanet Cabaleiro, vocal de la ARR, quien contó que está pensando “abandonar el rubro ovino” luego de sufrir la pérdida “de tres a cuatro ovejas por robo”.

Pero la indignación mayor  de esta dirigente de la ARR era con la Justicia, que había liberado a los dos ladrones capturados en un control policial de rutina con los animales en una camioneta y, como eran primarios, “los liberaron y les devolvieron el vehículo”, contó a El Observador.

La preocupación de los productores en Reboledo se repite a lo largo y ancho del país y hay productores que largan la toalla y se dan por vencidos.

En este caso, están dispuestos a seguir en la producción ganadera y se han integrado a la comisión de seguridad rural que se puso en marcha en noviembre pasado en Florida.

Pero hay episodios, como el caso de Cabaleiro, que enojan porque no se ve una señal firme de la Policía y el Poder Judicial en aras de frenar el delito. Se pueden formar muchas comisiones, pero si no hay señales claras hacia la sociedad, la gente pierde la confianza.

A veces, se quiere y no se puede. No hay recursos. Por ejemplo, en Reboledo, donde para controlar una zona que abarca unos 45 kilómetros, hay un solo policía en moto. Y a veces no hay plata para ponerle nafta a la moto. Para los ladrones, seguir con el abigeato en la zona termina siendo lucrativo. Para los que invierten, trabajan y quieren progresar en Reboledo es un desastre.

Fuente 
El Observador Agropecuario Por Pedro Silva





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