De Facebook al juzgado
La Justicia se acomoda a las nuevas vías de comunicación y
adopta resoluciones con respecto a insultos y agravios escritos en las redes
sociales
Los insultos y las mentiras divulgadas en Facebook llegan a
los juzgados a granel. Opera en la psiquis de los que escriben la sed de
popularidad y la ignorancia de la ley, que permite sancionar al que da el clic
con una multa de hasta $ 700 mil y tres años de prisión.
La negación de que lo escrito pueda convertirse en un
búmeran y perjudicar al otro, o incluso al que escribe, también funciona en la
mayoría de los casos. "Si bien la persona sabe que lo que está publicando
es potencialmente público y que puede convertirse en viral, al estar ahí frente
a su pantalla o celular, al no ver ese auditorio, se genera mucha desinhibición
y la negación de que lo que dije puede afectar a otra persona", explica el
psicólogo y magíster en educación Roberto Balaguer.
Los insultos o las acusaciones infundadas "se escriben
generalmente en determinado momento de vulnerabilidad emocional, en el fragor
de la batalla y la excitación, que se da a veces en ambientes grupales",
agrega el autor de libros sobre el tema, entre ellos, Hiperconectados
(editorial Santillana, 2010). En esas condiciones, no suele medirse el alcance
de las palabras y el costo puede ser alto.
Varios actores judiciales coinciden en que las palabras que
se tiran en las redes sociales llegan cada vez con más frecuencia a los
juzgados. "La gente tiene como una ansiedad de figurar y no es consciente
del alcance de las redes sociales", asegura el abogado penalista Juan
Fagúndez, quien advierte que los que insultan o difaman a otros en las redes
sociales sucumben en "la ignorancia, en creer que no va a pasar
nada". Sin embargo, pasa.
La jueza Blanca Rieiro también advirtió sobre el cambio que
se está desarrollando: "Hay personas que escriben las cosas más insólitas
de otras personas con gran impunidad, creyendo que porque lo escribe en un muro
de Facebook no causa daño ni lesiona ningún bien jurídico pero no es así,
porque los jueces nos hemos adaptado también a investigar estos delitos".
A diferencia del insulto callejero y de la difamación en el
bar de la esquina, lo escrito en las redes sociales queda documentado y se
transforma en prueba.
"Por más que lo borre de Facebook queda registrado que
eso alguna vez se escribió y si la persona lo niega, se rastrea y se corrobora
que partió de un sistema y de ese usuario", explicó la magistrada a El
Observador. Las personas quedan presas así de sus palabras y por ellas,
incluso, pueden terminar tras las rejas, ya sea por difamación, injuria o por
otro delito como la incitación al odio. Un joven en Salto fue procesado con
prisión en marzo de este año por invitar a matar "judíos, homosexuales y
negros" desde una cuenta con seudónimo en Facebook.
Fuente EL OBSERVADOR
Fuente EL OBSERVADOR