Salieron de Minas a pie en busca de trabajo y una foto en Facebook cambió sus vidas
Gerardo Soca, junto a su mujer y sus dos hijos, salieron prácticamente sin nada más que esperanza y, gracias a un completo desconocido, su caso revolucionó las redes sociales
Uruguay es un país pequeño, con pocos habitantes y -en consecuencia de ello- de oportunidades limitadas "pero eso no quiere decir que haya que quedarse quieto, sin hacer nada”. Así opina Gerardo Soca, un hombre de 30 años que viajó desde Melo hasta Punta del Este junto a su familia con lo puesto, una muda de ropa dentro de un par de mochilas y algo más de 700 pesos. De todas formas la suerte sopló a su favor y a raíz de una sencilla publicación en Facebook por parte de un completo desconocido su vida cambió de manera radical.
Soca partió de Melo hacia la ciudad de Minas en un ómnibus de línea el pasado jueves 31 de enero. Allí se encontró con su familia -su mujer, Magdalena Maidana y sus dos hijos Felipe (4) y Joel (2)- y comenzaron a caminar por la ruta en busca de "algo nuevo". "En Melo no había más nada para nosotros", dijo a El Observador. Soca contó que "en las ciudades chicas del interior rige el amiguismo para conseguir trabajo" y él "no tenía nada de eso”.
La familia decidió emprender el viaje hasta Pan de Azúcar con el objetivo de llegar finalmente hasta San Carlos o Piriápolis en dónde esperaban conseguir trabajo y establecerse. Caminaron por la ruta unos 15 kilómetros hasta que el calor del mediodía y la amenaza de una tormenta los obligó a tomarse un ómnibus para completar el trayecto. De esta manera llegaron a Pan de Azúcar y decidieron avanzar hasta Piriápolis caminando “porque había que cuidar la plata para comprar comida”. En la tardecita del mismo jueves una pareja los levantó en la ruta y los llevó hasta la ciudad, “fueron muy amables con nosotros y se preocuparon de que realmente estuviésemos bien”, recordó Soca.
El hombre, con su mujer y los dos niños, recorrieron Piriápolis preguntando por trabajo pero “la quietud” de la ciudad los obligó a descartar ese balneario como una posibilidad real de conseguir instalarse allí. Se bañaron en un baño público, cocinaron chorizos en un fuego improvisado que montaron en una plaza y retornaron a Pan de Azúcar haciendo la mitad del trayecto caminando “con los gurises aúpa” y la otra mitad en ómnibus. Una vez de vuelta allí, se refugiaron en una garita de seguridad abandonada y esperaron hasta que saliera el sol. Soca reconoció que nunca sintieron miedo por encontrarse solos, en el medio de la noche y en un lugar desconocido porque "el coraje y la convicción" que tomaron al salir de Melo "fue más fuerte que la situación".
La mañana del sábado se les presentó soleada y con un raro optimismo. Ese mismo mediodía luego de caminar unos kilómetros llegaron a un pequeño río, que en verano se transforma en una zona de pescadores. “Decidimos aprovechar el día para descansar y pasamos toda la tarde sobre el agua donde nos dedicamos a bañarnos, lavar la ropa, jugar con los chiquilines y tomarnos unos mates”, relató el padre de familia. Allí pasaron la noche del sábado.
El domingo a la mañana el dinero se había casi agotado por lo que la familia debía llegar a la ciudad de San Carlos “si o si”. Retomaron camino por la ruta 9 y horas después un auto se detuvo en la mitad de su camino y descendió un hombre. Soca contó que “fue muy raro" porque no estaban haciendo dedo.
El hombre se ofreció a llevarlos hasta San Carlos y en el trayecto la familia le contó su historia. Cuando llegaron a la ciudad el hombre les preguntó si podía sacarles una foto para subirla a Facebook con sus números de celular en caso de que alguien quisiera ayudarlos. El muchacho les dejó “muy amablemente” dinero y se marchó. Lo que siguió después fue un torbellino.
Soca relató a El Observador que estaba descansando sobre una plaza en San Carlos, sin mucha idea de cómo proseguir, cuando comenzaron a llegarle llamadas de número desconocidos. Al parecer una radio de Punta del Este había dado a conocer su situación. “En 24 horas me llamaron cerca de 200 veces”, dijo. La gente había simpatizado con su situación y le ofrecían de todo: trabajo, casa, terrenos, colectivos en Abitab, ropa, alimentos, pasajes de ómnibus, de todo. Entonces fue que llamó un grupo de trabajadores de un restaurante de Punta del Este ofreciendo un puesto inmediato en el lugar y una señora que les prestaría un modesto apartamento sobre la Playa Mansa. Y el combo fue ideal. La familia viajó a Punta del Este y ya está instalada allí, trabajando y valorando ofertas.
Cuando Soca comenzó su relato explicó que -en su opinión- el mundo es una lugar “completamente materialista” y cuando terminó de narrar todo lo que había vivido desde el pasado jueves seguía pensando de la misma manera. “La gente no deja de ofrecer cosas materiales, que sí son importantes, pero no hacen a la esencia de la vida. Yo pasé momentos hermosos con mi familia en la ruta y en el lago, fuimos muy felices y seguiremos buscando eso”, explicó.
La familia dice estar “eternamente agradecida” por todo lo que les está pasando; y sólo se necesitó subir una foto a Facebook.
Nota EL OBSERVADOR